Somos solitarios en potencia, de forma natural. Somos individualidades que acostumbran a rendir mejor en equipo pero… sólo somos uno. Y a veces es bueno saber usar esa soledad, saber luchar para conseguir un rato de soledad, porque por tendencia nos gusta estar acompañados casi siempre. El estar solo con uno mismo te lleva a observarte, a comprenderte mejor, a estar más contigo y claro, eso implica mirarte al espejo, por eso a mucha gente no le gusta. Ver tu reflejo es complicado de manejar al principio.
Con los años y los tropiezos y no siempre en ese orden, aprendemos a aceptar nuestras emociones, de repente lo vemos todo negro y nos da por escribir en nuestro diario, o por pintar la cocina o por hacer una escultura... Da igual, aprendemos a canalizar esa crisis interior de inmediato. Y tal vez ese sea el secreto de la loca cordura, gritar, romper y agitar cuando necesitamos hacerlo. Solos. Es nuestro momento, y tenemos todo el derecho a disfrutarlo, sin que nadie nos mida o nos juzgue por ello. ¡¡Grita!!
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
viernes, 7 de diciembre de 2012
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