A penas si el sol ha nacido todavía. Casi resulta imposible distinguir el mar del cielo, salvo por esos mil pliegues ligeros en forma de ondas que le asemejan a una camisa grisácea de lino arrugada.
De forma paulatina y al compás de una luz pálida se extiende por el cielo, una franja sombría divide en el horizonte al cielo del mar, la inmensa tela gris se raya con unas líneas que se mueven a lo ancho y por debajo de su superficie. Se siguen la una a la otra en una persecución casi frenética y con un ritmo sin fin.
Se acercan a la orilla, cada una de ellas adquiere una forma, se hinchan y se rompen, al hacerlo arrojan sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. No es una maquinaria compleja pero es una maquinaria perfecta.
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
miércoles, 15 de mayo de 2013
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