Las llevaba cada tarde un rato a los columpios, antes de
merendar. Y les decía que tenían que saber valorar los buenos ratos, que todo
es frágil y efímero, pero que con esos columpios ellas aprenderían a
familiarizarse con las subidas y bajadas de la vida humana poco a poco y sin
peligro, y aprenderían también la lección más importante de todas: Por mucho
impulso que te des, por muy alto que llegues, no puedes dar una vuelta entera.
Y luego merendaban y se reían las tres juntas.
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
viernes, 29 de abril de 2016
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