viernes, 27 de enero de 2023

Poble Sec

Vengo de una generación de la que casi nadie se quedó allí donde estaba, quizás por eso podría decir que empatizo con los sureños norteamericanos, a pesar de que su contexto es distinto. Sí, entiendo mucho esa diáspora que se va de su lugar de origen pero que nunca consigue quitárselo de encima, porque esa ha sido precisamente la circunstancia de la generación de los sesenta y setenta. Nos fuimos del barrio, pero nunca conseguimos arrancárnoslo de dentro. Creo que las cosas son de un sitio, no de diez. Mi origen continúa vivo, existe y constituye el ayer, porque nunca ha cicatrizado. De hecho, creo que la incapacidad de cicatrizar es una característica distintiva de los que pretendemos hacer de narradores. Mi ayer es el barrio del Poble Sec junto al puerto de Barcelona  protegido por la montaña de Montjuic y mis magulladuras de infancia. Esto es lo que da relevancia a mi bagaje: Yo estuve allí ayer. No necesito hacer un gran viaje para tener cientos de vivencias. Tampoco es que sea algo excepcional ni tampoco tendría por qué estar relacionado con ser de una clase obrera, o un movimiento cultural, una moda  o cosas así. No creo que sea difícil de entender, en el fondo todo el mundo es raro, ¿no? Siendo objetivos, el barrio o el pueblo que no tiene una fábrica abandonada llena de okupas, tiene un psiquiátrico, o tiene un vertedero, o una central nuclear… Creo que es fácil empatizar con la rareza que se respira desde nuestra adolescencia y que se multiplica en nuestra juventud, ya que es una rareza universal y muy periférica. Siempre he querido saber explicar qué significa estar en los márgenes de algo, pero mirando hacia adentro. A veces no ves nada pero otras tantas en cambio…

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