“¿De veras crees que puedes engañarme con esa actitud tuya de no haber roto un jodido plato?. ¿Qué eras cuando yo te conocí? NADA. Yo te abrí al mundo. Maldito sea el día en que te traje a casa. Lo único que debías hacer es tener la cena lista y no sirves ni para eso…”
Una tremenda lluvia de golpes siguió a las palabras. Y cuando ella acabó con él, lanzó un suspiro y lo vió claro, el sábado se cambiaría de microondas.
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
martes, 9 de noviembre de 2010
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