Imaginaba que uno, al
nacer, viene con un puñado de palabras que decir y que una vez agotado ese
"cupo de palabras", te volvías mudo. Imaginaba que cuando alguien
nacía mudo era porque en algún momento, alguien había olvidado asignarle su
bloque de palabras. Por eso, y como desconocía cuántas palabras le habían
atribuido, durante unas semana, habló lo menos posible para ahorrarlas. Era impresionante...
era el arte de escuchar y pensar, de
gestionar silencios e ideas. Y era sublime.
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
sábado, 28 de septiembre de 2013
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