Los recuerdos andan repartidos por habitaciones que el pensamiento visita cuando se le antoja, a un ritmo imprevisible, ajeno a nuestras riendas y sin cita previa. Pensar viene a ser como ir saltando de una en otra, y a esos saltos, a esas piruetas, no les podemos pedir unas razones cronológicas. Cada habitación, a su vez, tiene dentro otras cinco o seis, pasa como con las cajitas chinas, con la gran diferencia de que de una vez para otra, alguien a tus espaldas las revuelve y transfigura a su bola. Supongo que por eso es importante tener capaz de improvisar, de imaginar. La fantasía y la lógica tienen que ir cogidas de la mano como dos hermanas, para que el universo no se trague su barca. Siempre juntas, siempre de la mano, sin hacerse putadas.
Creo que es bueno que al final del día, sino antes, hagamos las paces con aquellas personas que nos importan y que nos hemos discutido por el motivo que sea. Decir las cosas puedes no decirlas y hasta parece que así has dejado de pensarlas, pero no, las piensas igual o más, te andan por dentro arañando, cavando surcos, y quién sabe si no dañarán al bazo o al páncreas esos surcos. O lo que es peor, esos recuerdos mandarán al cuerno una relación preciosa. Es muy importante mantener vivo al niño de nuestro interior, arrastran menos rémoras de recuerdos y saben muy bien cuándo alguien los está creyendo.
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
viernes, 15 de febrero de 2019
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