viernes, 26 de abril de 2019

Doce Monos

Hay algo redundante en volver a ver "Doce Monos" (film de 1995) pues es una película sobre recuerdos del pasado a los que volvemos una y otra vez, y es una película que también conforma mi propio pasado. El de muchos de nosotros que la vimos hace casi 25 años.
La película tenía fama de extraña y algunos de mis amigos y yo la descubrimos y adoramos sin entender muy bien por qué razones: sabíamos que Bruce Willis, de protagonista, no se parecía a sus otros papeles, sabíamos que había algo extraño y trágico en el final, nos fascinaba la historia y sus pistas sin respuesta.
Ciertamente, durante casi dos tercios, la pelicula es inventiva:  plano a plano, idea a idea. Pero Gilliam se parece, al mismo tiempo, al Fellini tardío:  encadenados de viñetas, sin un surrealismo lo suficiente potente en el todo para disculparlas. Probablemente por su estructura no lineal, porque su héroe es el más ambiguo y el más herido y porque su final resulta inteligente, finalmente dolorosa.
Hace unos días mi amiga Rosse la estuvo viendo con su hijo de 15 años, les encantó, si bien el chico no entendía del todo aquello que estaban viendo. Le pasó igual que a mi, solo que yo era  bastante más mayor que él cuando la vi por primera vez. El futuro siempre es historia, ¿Verdad Willis?

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