viernes, 2 de marzo de 2012

Salomón

Le contaba su madre que, cuando nace un niño, se enciende una estrella para que lo alumbre. Le explicaba su abuelo que un día desaparecemos con un leve roce como hojas muertas y nos transformamos en polvo y nos convertimos en chispas de estrellas y cantamos y flotamos felices con abrigos de fuego. La parte de en medio no se la contaron, tenía que vivirla. Habrían algunos bellos momentos, otros no tan buenos y todo eso compondría la anatomía de su vida.


El secreto, le susurró una vez una amiga, es que disfrutes al máximo los buenos ratos para que te sirvan de colchón cuando lleguen los otros. Y es que ya nos lo advirtió el Sabio Salomón: La gloria en este mundo es muy corta. Eso sí, ese instante es eterno en tanto dura.

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