miércoles, 10 de octubre de 2012

Dylan

Saber que la tarde llega a su fin y que arriba, la luna y un puñado de infinitas estrellas dominan el firmamento. Ella, sentada en su pequeño jardín con el termo y la taza de café, contempla la pequeña viña que se extiende, calle de por medio, frente a su casa.


El sonido de Dylan no desentona con el canto de las aves posadas sobre los cables del tendido eléctrico. ¿Es necesario acaso algo más para sentirse dichosa?

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