Existen múltiples métodos para matar a un hombre: Se le puede obligar a que cargue un tablón de madera hasta la cumbre de un monte y entonces clavarlo. Para que esto resulte, es necesario una multitud de gente que lleve sandalias, un gallo que cante, un manto para disecarlo, una esponja, un poco de vinagre y un hombre que martillee los clavos en su sitio.
Dejando de lado los escrúpulos, puedes también, si el viento lo permite, asfixiarlo con gas. Pero entonces necesitas una milla de fango tallada por trincheras, sin olvidar las botas negras, los cráteres de bombas, más fango… Estos son métodos efectivos pero engorrosos. Es más sencillo, directo, y mucho más limpio asegurarse de que vive en algún lugar del siglo veintiuno y dejarlo ahí a su puta suerte.
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
viernes, 9 de junio de 2017
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