Los niños, en su inocencia casi absoluta, nos enseñan que la imaginación es un tesoro, si bien la ficción puede muy bien instalarse en el alma de una persona hasta destruirla. De todas formas, creo que la mayoría de veces, lo que uno se inventa es más real que lo que a uno le pasa, no en vano, lo que a uno le pasa no deja de ser un accidente al que algunos lo llaman destino y que lo que en realidad cuenta es nuestra historia.
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
viernes, 1 de diciembre de 2017
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