viernes, 25 de mayo de 2018

Un Búho

Soy un búho, uno de esos tipos que duermen muy poco, no sé, creo que siempre tengo cosas por hacer. Con poco más de 18 años le cogí miedo a cerrar los ojos y quedarme dormido para siempre, pero eso es otra historia. Y es curioso ya que, cuando era pequeño, me quedaba dormido en la mitad de los partidos de fútbol, no sólo en los que veía por la tele en blanco y negro sentado junto a mi padre en su butaca, sino sobre todo si quien jugaba era yo de portero, con 5 años ya jugaba de portero (al ser búho volaba, claro) y es que esperar acontecimientos nunca ha sido mi fuerte. No sé estarme sin hacer nada, esperando vete a saber qué…

Últimamente me caen mal las banderas. Creo que no existe bandera que valga una vida, la patria es una sopa, un aroma, un recuerdo, un monte, un verso. No hay patria que se refleje en un charco de sangre. Me jode ese afán por poner paredes y acotar espacios en vez de abrir caminos y apuntar al mar. El mar abierto me da energía, y me pone en la dimensión de mi escala real. Soy poca cosa, claro, pero inexpugnable a mar abierto. Creo que la tranquilidad me mantiene despierto. Son los problemas los que me roban el sueño. Una vez le pagué un café a Kiko Veneno en el aeropuerto de Sevilla, me devolvió una sonrisa, me ofreció su mano y me regaló esos dos minutos con Kiko Veneno que cualquier escritor o compositor de rock que se precie valoraría ¿Y qué me dijo? Me dijo gracias. Y yo le dije: no, señor Veneno, gracias a usted. Seguro que todavía se está riendo por lo de “Usted” y por lo de “Sr. Veneno”.

Dentro de cada uno de nosotros hay un loco adorable pugnando por salir, al mío le dejo la puerta abierta, hoy él ha escrito este post. Una persona de mi plena confianza me lo revisará, si está colgado es que ha pasado el filtro de “tonterías que pueden pasar”. Yo siempre me fío de su criterio. Soy un búho afortunado.

viernes, 11 de mayo de 2018

Intuición

Me pareció ver a alguien que me seguía hace unos días. Creo que era yo. No somos quienes creemos ser. Supongo que todos hemos soñado alguna vez con ser capaces de vernos desde fuera, desde otros ojos. El espejo para esto no sirve, pues frente al espejo componemos una apariencia que no delata sino nuestra intención.
El amor tampoco sirve, pues es un reflejo condicionado y subjetivo y, claro está, enamorado. Por la misma razón se puede desechar la imagen deformada por el odio, la envidia o el recelo, que a menudo nos devuelven.
Me pregunto cuánto de la presión que sentimos es autoinducida, un castigo de proporciones bíblicas que nos imponemos por haber cometido el pecado de pretender ser felices. Tal vez sea mejor pensar menos y sentir más, la disciplina no debe eclipsar a la intuición.

viernes, 4 de mayo de 2018

Fanáticos

A las mentes totalitarias no les gustan las bromas. Y es natural. Toda broma auténtica presupone ironía, y toda ironía presupone que una cosa puede ser varias cosas a la vez. Cervantes, que la convirtió en un ingrediente obligatorio de la novela, mostró que Sancho Panza es un tonto, pero también un sabio, y que don Quijote es ridículo, pero también heroico. Eso es la ironía: la revelación deslumbrante de que la realidad no es unívoca, de que una cosa puede ser una cosa y su opuesto, de que existen las verdades contradictorias. Y eso es lo que no puede admitir el fanático: para él, las cosas sólo son lo que son y nada más; es decir: son sólo lo que él dice que son. De ahí que odie la ironía, el humor y las bromas. Y de ahí que la ironía y el humor suelan ser no sólo un síntoma de decencia individual sino también de salud colectiva. Sin ironía no hay tolerancia. Y sin tolerancia no hay civilización. Ni acaso humanidad: los seres humanos bromean; los animales no.

Pasado

Todos tenemos un pasado, pero ese tiempo secreto, que se diluye con el curso de los años, estrechándose, no siempre explica lo que somos en ...