viernes, 31 de mayo de 2019

Jose Cuervo

Me paso la vida escribiendo  notas y esbozos de pequeñas historias, incluso algunos poemas en el bloc de notas del móvil, en papeles, Keenex, servilletas de bar y palabras sueltas o mini frases en mi mano y que me indiquen una pauta de inicio ni que sean las cuatro de la madrugada, todos esos apuntes luego acaban por ir a parar a cualquier parte: Los bolsillos de mis pantalones, chaquetas, cajones medio olvidados y lugares más improbables. Hace media vida, un verano, estando de vacaciones con un grupo de amigos en unos apartamentos dentro de un camping en la Costa Brava, uno de ellos, del apartamento de al lado, me preguntó si teníamos una botella de tequila, le dije que mirara en la nevera, donde encontró un cuaderno mío de notas y de color negro, congelado. Al parecer Jose Cuervo me lo estaba cuidando. No es la mejor manera para que unas historias se conserven vigentes en el tiempo, al intentar abrir la libreta todas las hojas estaban enganchadas entre sí habiendo fusionado, mezclado y borrado todas las frases, se quedó literalmente destrozado al pretender desengancharlo. Sin embargo el tequila estaba perfecto y su ingesta ayudó a la creación de una historia llamada "Hombrecillos" y que años más tarde encontró cabida en uno de los primeros post de este blog. Para que luego digan que no podemos congelar el tiempo...

viernes, 24 de mayo de 2019

Risa

Todo lo que ocurre en nuestro cuerpo es el resultado de un complejo, maravilloso y perfecto proceso psicológico, fisiológico y neurológico. Nada se queda sin una explicación. Visto así llega a acojonar. Así como el llanto y la tristeza nos debilitan, nos baja el ánimo y nos hacen pensar que las cosas no tienen sentido, la risa hace todo lo contrario. Llega incluso a manejar una incidencia directa en nuestro sistema inmunitario. la risa es un proceso biológico que libera endorfinas (neurotransmisores que se encargan de hacernos sentir bienestar y felicidad) en nuestro cuerpo. Vaya, como un chute de alegría de forma natural. Parce que nuestro nivel de vida y el ritmo que llevamos cada día nos obliga a ser colegas del estrés y, en una menor medida, de la ira y agresividad. Toca cambiar de compañeros de viaje. No se trata de ocultar los problemas sino de buscar solucionarlos y no hacernos mala sangre por ellos o entraremos en una espiral trágica de autodestrucción y de daños colaterales a las personas de nuestro alrededor. De ahí la importancia de rodearnos de personas positivas, de confianza, capaces de entendernos sin juzgarnos y sin mediar palabra. Compartir risas y no solo penas. Estar a las duras y a las maduras. Yo creo que reír juntos es lo más parecido a hacer el amor.

Escribo esto y pienso en la suerte que tengo de poder tener a personas que me regalan risas y endorfinas incluso desde la distancia, que no es el olvido sino una circunstancia “puntual”. Personas con las que poder compartir tanto una duda, como una batalla, como una cerveza, como un baño en la playa con remojones y ahogadillas. Así que voy a encargarme una medallita para llevar en el cuello, no sea que al irme haciendo viejo pierda mucha memoria y otras facultades, en la que indique, en caso de que me pierda por la calle: “Devolver a la Playa (con una sonrisa)”, seguro que allí habrá quien me abrace.

viernes, 17 de mayo de 2019

La Orilla

El pasado prolonga su sombra sobre lo que todavía estamos aprendiendo a ser mientras nosotros vamos andando, a veces de puntillas, sobre sus puntos suspensivos y  convertidos de pronto en un círculo de funambulistas que se tambalean sobre el mismo cable, a la espera de que el cable se alargue y nos muestre la orilla contraria. A veces me da la sensación de que somos un poco como los pilotos de rally quienes siguiendo instrucciones del copiloto, tenemos que lograr cambiar de marcha a tiempo, aunque la dirección sea la misma e incluso la velocidad también.
Se nos escapa la vida esperando a que algo bueno llegue cuando a veces resulta que ya nos hemos encontrado.  Yo tenía dieciocho años, estaba en la playa de la Illa Roja de Begur  para hacer surf con un grupo de amigos. Una persona muy especial para mi se me acercó y se sentó justo a mi lado, yo me puse tan rojo que sentí que me ardía el cogote y ella, al verme así, ladeó la cabeza y me abrazó  hundiendo la cara en mi cuello y bañándome en su olor. "No hay que hacer esperar nunca a lo bueno, cariño", me dijo al oído así, muy bajito. Ella tendría unos cinco años más que yo, ahora entiendo que ya había llegado a la otra orilla.

viernes, 10 de mayo de 2019

Tormentas

La vida huele a tormenta y a después de una tormenta. Sabe bien. Suena mejor. Viene y se va y mientras... está. No puedes evitar vivirla. La vida es riesgo. Es coger al toro por los cuernos. Agarrarte bien fuerte y no soltarte. Y si te caes, te jodes, sí, pero te  levantas ni que sea soltando alguna lágrima, algún reniego y por qué no, alguna risa. Y una vez arriba, dejas tranquilo al toro. Y si has de lidiar lo haces con tu futuro y hueles y oyes y sientes la tormenta. Al final acabas por saber convivir con todas ellas, sobre todo con las necesarias.

viernes, 3 de mayo de 2019

Madera

Haciendo la mudanza para que mi madre dejase su viejo piso sin ascensor por uno más pequeño pero que si lo tiene, vi mi primera guitarra, fabricada desde hará más de 40 años. La saqué de la funda, conservaba su raja astillada en la caja de un estúpido día mío de furia, parecía hecha de helio, muy ligera. Me la puse en la cara y la olí, era de cedro, sencilla pero muy bien diseñada, y mantenía esa fragancia de la madera viva. Sabemos que la madera nunca acaba de morir y por eso olía el cedro, tan fresco, como si fuera el primer día, cuando mis padres me la  regalaron hace un montón de años. Una voz parecía susurrarme: “Tío, ya te estás haciendo viejo y no has dado las gracias, no has devuelto tu gratitud a quien la merece: El suelo, la tierra, el cielo, el mar... " guardé la guitarra con cuidado en su funda y esta vez me la llevé a mi casa. A los pocos días me  abrí la cuenta en Instagram, desde ese instante cada día procuro dar las gracias al amanecer y al anochecer, a mi manera. Y si se tercia, tomar un chupito de Bourbon después de cenar, ese es mi particular tributo a la madera.

Pasado

Todos tenemos un pasado, pero ese tiempo secreto, que se diluye con el curso de los años, estrechándose, no siempre explica lo que somos en ...