viernes, 27 de marzo de 2020

Momentos

Déjame que te hable de los momentos. Mira todas las cosas bajo el aspecto del momento. Es bueno aprender a dejar ir tu yo a merced del momento. Y tener respeto por todos y cada uno de ellos, y no tender lazos entre las cosas. No hay que resistirse a la naturaleza. No apoyar contra las cosas los pies de tu alma. Vivir en paz con la luz roja de la mañana y el resplandor gris del anochecer. Ser el alba mezclada al ocaso. Mezclar la vida con la muerte y dividirla en momentos. No pensar: vivo ahora, moriré mañana. No partir la realidad entre vida y muerte. Pensar: Ahora vivo y muero. No esperes la muerte: ella está en ti. Se su camarada y tenla contra ti; es como tú mismo…

viernes, 13 de marzo de 2020

Bajo Los Párpados

Al parecer, los gatos duermen entre dieciséis y dieciocho horas al día ¡Joder!. Tengo perra pero no tengo gato, así que no he podido comprobarlo (tampoco está nada mal las horas que duerme Nala), pero me parece una buena manera de despistar al demonio y encarar con la debida desconfianza el difícil oficio de vivir. Durmiendo más tendríamos menos tiempo de jodernos los unos a los otros, al margen de otras muchas ventajas para el cutis y para la piel de dentro, y por si eso fuera poco, como decía aquella canción que cantaban a coro Tom Waits y Keith Richards, "eres inocente cuando sueñas".
Los sueños se encadenan, como bien deben saber los gatos, que, demonios o no, disfrutan de más horas a ese otro lado de las cosas que estos pobres nosotros tan empeñados siempre en madrugar para ver si cae la breva de que algún Dios nos ayude.
La vida bajo los párpados es todo un Universo, que viene a completar la vieja creencia establecida que sujeta que los sueños sólo se descascarillan en contacto directo con la realidad. O lo que es lo mismo, que los sueños sólo pierden su importancia al abrir los ojos y darse de bruces con nuestras ridículas ambiciones diurnas. Supongo que es por eso por lo que resulta tan monumentalmente aburrido escuchar a alguien contar sus sueños, o hablar de sus gatos para el caso, y tan entretenido soñar o ser un gato.  Tampoco resulta muy ameno este texto, disculpadme, no sé que pasa que últimamente duermo poco. 

viernes, 6 de marzo de 2020

De Locos

Este tiempo de locos es paradójicamente de lo más normal, al menos para aquellos que siempre han escuchado su propia voz con un rastro de desconfianza hacia las propias intenciones, un paisaje menos extraño de lo que pudiéramos suponer. El misterio de nuestro “Yo” más interior. Los muchos que tienden a ver siempre la felicidad cercada por los otros son corregidos en cierta medida por los pocos que conocen de primera mano al monstruo posible de nosotros mismos, y para estos pocos, el tiempo de locos en el que vivimos no es desde luego nada nuevo, ni sorprendente, ni mucho menos extraordinario. “Mis sueños son de lo más normales”, que decía en una entrevista el viejo David Lynch con su habitual sorna.

Si uno hace el pequeño ejercicio de aguantar en la cama, aproximádamente, 10 minutos después de que el despertador haya sonado, para así recuperar la memoria de lo soñado, se dará cuenta enseguida de que el resto del día no es ni por asomo tan oscuro, y de que las piezas de la pesadilla encajan mejor de lo que en ocasiones la vigilia nos permite comprender.

La locura solo parece sorprender a aquellos que mostrando una capacidad sobrehumana han desterrado la posibilidad de la locura, a quienes con más imaginación que fortuna han inventado el mundo normal. Un edificio plagado de grietas, debidas, seguramente, a un apresurado diseño y aún no muy sensato cálculo de estructuras. Desde las habitaciones de los hoteles y en soledad, cualquier comportamiento de esos otros que vemos en las no tan lejanas ventanas de sus vidas adquiere un matiz inquietante. Es en lugares así y por reflejo, donde nuestro propio comportamiento nos produce a su vez desconfianza. Basta con saberse o imaginarse observado para empezar a dudar seriamente de todos y cada uno de nuestros gestos y más aún de nuestras verdaderas intenciones.

Podría decirse que aquellos a quienes llamamos locos nos aterran por la extraña familiaridad que nos producen sus conductas. Y que estos tiempos locos en los que vivimos no dejan de coincidir con algunas de nuestras recurrentes sospechas. Y sin embargo, ¿por qué tenerle miedo a lo que somos? Y dándole la vuelta a la pregunta, ¿quién nos dijo que éramos, o debíamos ser, normales? Soñando con más atención caeríamos fácilmente en la cuenta de que estos tiempos son los nuestros, y esta locura, por tanto, no nos es ajena. Resulta difícil decir quién es realmente el mejor guardián de la persona, aquel que habita con normalidad entre sus sueños o aquel que pretende comprender sin ellos el resto largo del día.

Pasado

Todos tenemos un pasado, pero ese tiempo secreto, que se diluye con el curso de los años, estrechándose, no siempre explica lo que somos en ...