sábado, 28 de noviembre de 2020

Años

Los años pasan, y en muchas ocasiones en vez de añadir algo a nuestras vidas, los muy cabrones nos quitan gran parte de aquello que tenemos; funciona como un grupo de fichas de dominó alineadas  formando un estúpido circuito, siempre es lo mismo: Deseas algo con todas tus fuerzas, durante mucho tiempo, y cuando por fin lo logras, es demasiado tarde, o es menos de lo que imaginabas, o descubres que en el fondo no la deseabas con tanto fervor. Supongo que en gran medida muchos de nuestros sueños son insignificantes cuando se materializan. En cambio, si perdemos algo, ¡Joder! Entonces no hay puto consuelo. Así es la vida. Bueno, ya lo irás sabiendo, pero lo que no podías sospechar es que además todo ocurre con tanta rapidez.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Pretérito Perfecto

Lo de tener ya una edad que empiezan a ser dos, me hace pensar que la complicidad con la pantalla que excluía al mundo exterior y permitía al espectador una experiencia personal, intransferible y fuera del tiempo está agonizando. Mal que nos pese, esa densa oscuridad envolvente de una sala de cine está dando sus últimos coletazos. Ver una película en casa, sea en la televisión, o en la pantalla de un ordenador, o en el móvil, es un acto de consumo cuyo fuera de campo es la cotidianidad: los niños que juegan, la cafetera que silba, el desorden en las estanterías, la vida doméstica que lima la abstracción que propone una película, cualquier película. El espectador de hoy, mientras ve una película en su ordenador, come, fuma, twitea, contesta correos, cuelga comentarios en los muros de los amigos. Así son las cosas. La relación entre lo visible y lo invisible se ha modificado. La noche artificial en la que te sumerge una película vista en una sala no tiene ya el carácter sacro que tenía para muchas generaciones de espectadores. Es la banalización del disfrute. Una película en este momento de la historia es un entretenimiento escasamente relevante comparable a unos cromos de un álbum que no nos emocionan especialmente y que se cambian cuando uno ya los tiene repetidos o medio vistos. Las películas ya no modelan nuestros puntos de vista sobre el amor, la política, la historia, las relaciones: han dejado de ser fundamentales. Ignorar esta disminución de la influencia del cine en la vida es algo que no podemos permitirnos ignorar. Ahora somos más de una maratón de series que de un peliculón.  La nostalgia, aunque inevitable, es un error que al ser humano le puede costar la supervivencia. Como en tantas cosas de esta vida, es nuestro deber saber dónde estamos, o intentarlo y avanzar, aunque sea a ciegas y con multitud de traspiés, hacia algo que no conocemos aún, pero que nos va a llevar muy lejos de donde estábamos instalados, ese lugar que fue. Pretérito. Perfecto. Simple.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Algoritmos

Cada vez recibimos más publicidad e información , verdadera y falsa,  según lo que decide un algoritmo. ¿Somos libres para elegir o nos están pirateando? ¿Quién nos ha presentado a ese algoritmo y a mí? La respuesta está en Internet, claro.  Busco una buena oferta de una crema de protección solar para que me la traigan a casa,. A las semanas me llega un correo firmado por una prestigiosa web francesa con más de tres millones de suscriptores, no una de esas webs cutres que previa toma de tan solo unos comprimidos, garantizan un extraordinario crecimiento del pene, no. Una seria que afirma que Marion Cotillard, la fenomenal actriz de “La vie en rose”, luce un cutis tan terso gracias a su pasión por los baños helados de asiento. Sí, al parecer, poner unas tres veces al día el perineo on the rocks proporciona solaz, descanso, lozanía y un sinfín más de bondades y Marion Cotillard es, según esta web, una adepta a la práctica del “bain dérivatif”, que así se llama la cosa. Nunca había leído nada del “bain dérivatif” ni conozco a nadie que haya oído hablar del tal baño. Y aunque no tengo el correo de Marion Cotillard, me gustaría preguntarle si ha recibido ella información sobre mi crema de protección facial, no considero necesario reenviarle la información que me ha llegado, porque supongo que ya le habrá llegado por otros lados (y a sus abogados).  Lo que no puedo dejar de preguntarme es en qué estaba pensando el algoritmo que decidió que yo podía picar con un producto semejante. ¿Hay algo en mi historial de búsquedas (restaurantes, viajes, libros de segunda mano) o en las compras que he hecho por Internet (básicamente durante el confinamiento: Bebida, limpieza, congelados, una mesa para teletrabajar medio en condiciones)  que me convierta en carne de cañón para picar con un timo semejante? ¿Por qué yo? En los últimos tiempos, muchas después de simplemente mencionar en una conversación, un tema, un libro, una comida o un paisaje, reciben correos y anuncios que tienen que ver con la conversación que han tenido, aunque hayan sido tan solo mencionados de pasada y nunca hayan sido objeto de una búsqueda activa en la web. El colmo es una persona que soñó con una comida que nunca había probado y al día siguiente recibió vales de descuento para probarla. ¿Nos espían nuestros teléfonos? Realmente es como para sentarse y darse un baño en la entrepierna, por si relaja. Puto algortimo, ya me ha liado…

Pasado

Todos tenemos un pasado, pero ese tiempo secreto, que se diluye con el curso de los años, estrechándose, no siempre explica lo que somos en ...