viernes, 28 de junio de 2019

Notas

Decía Isak Dinesen, autora de "Memorias de África", que ella escribía un poco todos los días, sin esperanza y sin desesperación. Ese lema lo tengo plastificado en un rincón de mi cerebro. Tanto en la poesía como en la narración breve, es posible hablar de lugares comunes y de cosas usadas comúnmente con un lenguaje claro, y dotar a esos objetos: Una silla, la cortina de una ventana, un tenedor, una piedra, un pendiente de mujer… con los atributos de lo inmenso, con un poder renovado. Es posible escribir un diálogo aparentemente inocuo que, sin embargo, provoque un escalofrío en la espina dorsal de quien está leyendo, como bien lo demuestran las delicias de Nabokov. Esa es de entre los escritores, la clase que más me interesa. Odio, por el contrario, la escritura sucia o coyuntural que se disfraza con los hábitos de la experimentación o con la supuesta vulgaridad que se atribuye a un supuesto realismo. Ceo que en la escritura ningún hierro puede despedazar tan fuertemente el corazón como un punto puesto en el lugar que le corresponde. Eso también figura en una ficha plastificada en un rincón de mi cerebro. Así está mi cabeza, llena de notas… 

viernes, 21 de junio de 2019

Verano

El futuro funciona como motor de una esperanza aún no derrotada. Muchas personas dicen que se aman, pero desconfían, ninguno quiere ser un iluso en manos del amor. Hacen juramentos, se prometen futuros, se sacan fotos en la playa con el móvil, se retratan para una posteridad que tal vez no exista. Alargan los brazos, pero la cámara está irremediablemente cerca de sus miedos. A nadie le asustan los cambios, sólo nos preocupan los cambios que nos excluyen. Se llama revolucionario a todo aquello que podría desterrar nuestra presencia del control futuro de las cosas. Los conservadores se conservan a sí mismos, se guardan, se protegen, se escogen como eternos. Es la propia naturaleza del tiempo la que aloja y desaloja.

La palabra juventud se desprecia a menudo como si no encajase con la naturaleza de quien la enarbola, cuando lo cierto es que encaja forzosamente. ¿Qué otra cosa podría hacer lo nuevo sino mostrarse como alternativa? No se puede juzgar lo aún no sucedido con más dureza que lo ya terminado. Prohibir es una actividad que moriría invirtiendo más en educación. La educación de una comunidad siempre sale a la larga más barata que un sistema de control y castigo. Quien se cabrea por el mérito ajeno ha desestimado hace tiempo el propio. La solidaridad parece más una marca que un valor. ¿Por qué muchas de la personas que beben té se sienten íntima y secretamente superiores a quienes beben café? Vivimos deprisa, somos la luz en un flash. Relax, por favor, empieza el verano, ya es el futuro, que todo fluya.

viernes, 14 de junio de 2019

Adolescencia

Aterrizar al mundo adulto tiene un peaje. Es posible que no exista sentimiento de culpa cuando el “mentiroso” cree que todo el mundo miente. Eso es lo que dicen algunos preadolescentes. Aunque no me parece que existan pruebas científicas que lo confirmen, sospecho que ésta es una de las razones por las cuales los adolescentes tienen más éxito en sus mentiras, ni que sea un éxito fugaz, pues se les acaba pillando. Se sienten menos culpables por mentir a sus padres o profesores. El rechazarlos valores paternos, de hecho los del entorno en el que estén, es una manera de rebelión, el darse cuenta de los pies de barro de las figuras de autoridad, es algo común en muchos adolescentes. Para algunos, la mentira, la desobediencia, puede ser una forma de establecer su propia identidad, de separarse y de conseguir independencia, una fase necesaria de la adolescencia. Esa época de la vida de cada uno donde sus nuevos demonios luchan contra los viejos haciendo un ruido de mil pares de narices.

En la adolescencia, como en casi todo, hay cosas mejores y cosas bastante peores, y la única forma que uno tiene de aprender a asimilar la propia juventud consiste en aceptar las dos partes de la proposición. Y los que estamos alrededor tenemos que tener paciencia, comprensión y consistencia, sin olvidar que hubo un tiempo en el que también lo fuimos y aceptar que esa época de ídolos que éramos cuando nuestros hijos eran pequeños no era muy real, sin que tampoco por ello fuese mentira.

 

viernes, 7 de junio de 2019

Cinco Yemas


Por lo general se lee muy poco y se ve mucha tele, y dentro de ésta, mucha “basura”. La última tendencia literaria consiste en leer sólo los prospectos de las medicinas y los folletos de los herbolarios donde se explican las propiedades de las semillas y los minerales. Ahora parece que cualquier “famosill@” de habilidades desconocidas y tuneado llamativo es ejemplo o pauta de vete a saber qué. 

En las tertulias de antes, con amigos, familiares o en medios de comunicación, siempre había un erudito que lo sabía todo. Recordaba nombres, fechas y datos con absoluta precisión gracias a su privilegiada memoria alimentada por múltiples, diversas y a veces inútiles lecturas. Ante cualquier discusión se recurría a él en última estancia para que ejerciera de tribunal de casación. En la actualidad, el prestigio de esta clase de sabios ganado a pulso después de quemarse las pestañas leyendo montones de libros, ha desaparecido. La erudición ya no parece servir de mucho. Ahora en cualquier debate en que las partes se obstinan por tener razón, mientras la disputa se alarga y adquiere una elevada temperatura, tal vez el más tonto del grupo que ha permanecido callado picotea discretamente en el móvil y cuando la discusión alcanza un laberinto sin salida, exhibe el veredicto inapelable que dicta la pantalla del teléfono como si fuera el ojo de halcón en Wimbledon. He aquí la verdad sacada con la punta de los dedos del légamo digital. El prestigio está en manos de cualquier personaje que sepa manejar mejor y más rápidas las cinco yemas para extraer la razón del Google. Y que sepa leer, claro. 

Pasado

Todos tenemos un pasado, pero ese tiempo secreto, que se diluye con el curso de los años, estrechándose, no siempre explica lo que somos en ...