viernes, 11 de enero de 2019

Portero

Siempre me gustó jugar de portero. De crío, de joven y de veterano. Creo que en buena parte por ese mito basado en realidad de estar medio locos, pero también por la de particularidad que da ser un especialista y un rebelde, todos corriendo y jugando con los pies y nosotros guardando la posición y jugando básicamente con las manos. Chillida lo explicaba mejor que yo: “Todo lo que he aprendido de escultura, de las distancias, las diferencias, las formas, lo aprendí en el espacio de la línea de una portería” Yo esto lo podría aplicar a la vida, a mi manera de verla y es que desde esa posición aprendes a observar porque ahí la distancia es esencial, porque es o dentro o fuera. Te das cuenta de la perspectiva y ves a todo el equipo, puedes tratar de organizarles, de avisar, de ofrecerles seguridad. El único que ve a todo el equipo es el portero. Los demás van jugando con vista parcial. También es verdad que un fallo tuyo les condena a todos… Ahora ya hace tiempo que no juego, tener la vista cansada me hacía calcular mal y distorsionar las distancias, por otro lado, los golpes al chocar contra el suelo también deben tener fecha de caducidad. Prefiero irme a contemplar el mar, esas macro distancias hasta el infinito enmarcadas entre el cielo y el horizonte; ese murmullo de las olas que nos recuerda que todo lo que llega también se va, y viene y se va…. ¿Dónde irá?

1 comentario:

  1. El privilegio de poder verlo todo... Visión de conjunto. Nunca lo había visto desde la perspectiva del portero. Nunca había reparado en ello...
    No sé dónde el mar guarda lo que se lleva. Quizá simplemente lo cambia de sitio.
    Feliz finde

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Traspasa tú también el muro y dime...

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