viernes, 3 de febrero de 2012

Hijos

Tras unos meses de su encargo, llegan y desde ese momento eres padre. No antes y sí para siempre después. Da igual, no mires por ninguna parte, no vienen con manual de instrucciones ni sobre ellos ni sobre ti. Tampoco te llega un sobre por paquetería con consejos útiles para tu nuevo papel. No te llega nada, bueno si, te llega un hijo y tú te vas haciendo a ello con el tiempo. Es una ocupación que te va a llevar las 24 horas de cada uno de los días del resto de su vida. No se puede decir: Hoy paro un momento de ser padre. Y si lo dices o si lo haces es que no mereces tal ocupación.


Debería ser que el ver que se van haciendo mayores nos volviese más empáticos pero esos intervalos de tiempo que son los días, meses y años llevan episodios de total incomprensión mutua sin darnos cuenta que, eso que por instantes nos separa, no hace sino que unirnos más. Como cuando le cogimos por primera vez sus manitas con las nuestras. Zassss!! Ya estábamos unidos como dos sombras.

Pretendemos que aprendan de nuestra experiencia y protegerles de todo lo malo pero… no podemos. Las cosas requieren su curso. Y finalmente te das cuenta de que solo hay dos legados que podamos dejarles: Uno, raíces; otro, alas. Ellos aprenderán a volar. Como nosotros a velar por ellos desde un segundo plano. Solo que ambas cosas cuestan. No busques, tampoco en ningún lugar ponía que fuese sencillo.

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