Somos nosotros mismos, regidos por la audacia de nuestras mentes y
los latidos de nuestros corazones, los artesanos únicos de cuanto hay en nuestro
pequeño mundo. Ahora sabemos que lo único que conviene a ciertas situaciones es
el silencio. Encerrados en la coraza de las ilusiones personales, treinta
siglos de la historia de la humanidad parecen menos, al mirar hacia atrás, que
treinta años de nuestra propia vida.
Miro al mar con la esperanza de encontrar
en una ola la callada bienvenida de alguien paciente dispuesto a escuchar mi silencio.
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