Estamos en un mundo en el que cada uno maneja como puede su lucha contra la tiranía de la realidad. Aquí se incluye el amor real, el saldo real de las cuentas corrientes, los concesionarios de automóviles, las sombrillas lilas, las tiendas chinas de objetos horrorosos de decoración, los “debates” de Tele 5 y el resto de las cosas que andamos despreciando sin comprenderlas. Es como si fuéramos corriendo a toda prisa por la cubierta de madera, como un hombre que busca el chaleco salvavidas, sin darse cuenta de que el barco no se hunde en realidad, sino que es él quien desea, por alguna razón, arrojarse al mar.
La luz en las ventanas de las casas ajenas nos habla siempre de una felicidad que existe sólo fuera de nosotros. Así que nos empeñamos en levantar un castillo de naipes con inagotable tesón para evitar la obligación de una construcción más sólida. Mientras, hay gente en su demencia capaz de guardarle rencor al mundo entero por ignorar todo lo que él no dice, todo lo que esconde de los demás con la secreta ambición de que los demás lo descubrieran. Como si estuviésemos para hostias…
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
viernes, 9 de marzo de 2018
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