viernes, 21 de junio de 2019

Verano

El futuro funciona como motor de una esperanza aún no derrotada. Muchas personas dicen que se aman, pero desconfían, ninguno quiere ser un iluso en manos del amor. Hacen juramentos, se prometen futuros, se sacan fotos en la playa con el móvil, se retratan para una posteridad que tal vez no exista. Alargan los brazos, pero la cámara está irremediablemente cerca de sus miedos. A nadie le asustan los cambios, sólo nos preocupan los cambios que nos excluyen. Se llama revolucionario a todo aquello que podría desterrar nuestra presencia del control futuro de las cosas. Los conservadores se conservan a sí mismos, se guardan, se protegen, se escogen como eternos. Es la propia naturaleza del tiempo la que aloja y desaloja.

La palabra juventud se desprecia a menudo como si no encajase con la naturaleza de quien la enarbola, cuando lo cierto es que encaja forzosamente. ¿Qué otra cosa podría hacer lo nuevo sino mostrarse como alternativa? No se puede juzgar lo aún no sucedido con más dureza que lo ya terminado. Prohibir es una actividad que moriría invirtiendo más en educación. La educación de una comunidad siempre sale a la larga más barata que un sistema de control y castigo. Quien se cabrea por el mérito ajeno ha desestimado hace tiempo el propio. La solidaridad parece más una marca que un valor. ¿Por qué muchas de la personas que beben té se sienten íntima y secretamente superiores a quienes beben café? Vivimos deprisa, somos la luz en un flash. Relax, por favor, empieza el verano, ya es el futuro, que todo fluya.

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