viernes, 28 de junio de 2019

Notas

Decía Isak Dinesen, autora de "Memorias de África", que ella escribía un poco todos los días, sin esperanza y sin desesperación. Ese lema lo tengo plastificado en un rincón de mi cerebro. Tanto en la poesía como en la narración breve, es posible hablar de lugares comunes y de cosas usadas comúnmente con un lenguaje claro, y dotar a esos objetos: Una silla, la cortina de una ventana, un tenedor, una piedra, un pendiente de mujer… con los atributos de lo inmenso, con un poder renovado. Es posible escribir un diálogo aparentemente inocuo que, sin embargo, provoque un escalofrío en la espina dorsal de quien está leyendo, como bien lo demuestran las delicias de Nabokov. Esa es de entre los escritores, la clase que más me interesa. Odio, por el contrario, la escritura sucia o coyuntural que se disfraza con los hábitos de la experimentación o con la supuesta vulgaridad que se atribuye a un supuesto realismo. Ceo que en la escritura ningún hierro puede despedazar tan fuertemente el corazón como un punto puesto en el lugar que le corresponde. Eso también figura en una ficha plastificada en un rincón de mi cerebro. Así está mi cabeza, llena de notas… 

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