viernes, 2 de agosto de 2019

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Solemos recordar con más intensidad aquellos sucesos de nuestra vida que se vieron interrumpidos. Es frecuente que cuando tenemos algo que acabar la urgencia de esa tarea sea capaz de sobrepasarnos. ¿Pasará lo mismo con aquellos escritores que nunca vieron publicadas sus obras o que, peor aún, nunca pusieron el último punto final? Así como a veces recordamos más los libros que no leímos completamente, ¿son significativas las obras que nunca se terminaron?

Antes de morir, Franz Kafka, reconocido por La metamorfosis, pidió que no salieran a la luz ninguno de sus textos aún no publicados. Afortunadamente, ni siquiera su amigo y editor Max Brod hizo puñetero caso de la advertencia y, haciendo honor a su trabajo, los publicó. Si bien los cuentos cortos del checo son los que más revuelo han originado, hay una novela en especial que resulta ser una de las más curiosas del autor: América, que también se tituló “El desaparecido” y cuyo nombre original era “El fogonero”. Publicada en 1927, esta novela termina de golpe, literalmente. Y dan ganas de seguir leyendo este interesante retrato del Estados Unidos de su tiempo para disfrutar de la capacidad del escritor para hablar, a veces seriamente, a veces en clave de humor, de la inmigración y de los albores de esa sociedad norteamericana que tantas excentricidades nos regala día a día. Tengo una muy buena amiga de República Checa quien siempre me dice que … 

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