Que todo
esté en su sitio no significa que todo esté donde estaba. A veces es necesario
cambiar. Los cambios pueden ser buenos y de hecho, todo cambia: Un recuerdo que
pasa a ser olvido es un cambio. Un pie que sigue al otro para caminar también.
Mover la ceja, por poco que sea, es un cambio. Callar después de hablar es un
cambio. Romper a llorar es un cambio y también que un corazón deje de latir. Ese
beso que produce un cosquilleo en el estómago es un cambio. Así pues, en cada
fracción de segundo hay millones de cambios. Muchos imperceptibles, sí, pero
cambios.
Por eso el
cambio forma parte de la vida. Hay que cambiar para crecer, para avanzar. Hay
que cambiar y punto. El cambio no llega así sin más, forma parte de un
proceso, vas cambiando y sin darte
cuenta llega. En otras ocasiones, te ves forzado a cambiar, pero es normal. Lo
llaman evolución.
Existe
una norma en los cambios, a caso la única: No cambies por complacer a alguien,
si cambias que sea por ti. Y si quieres cambiar, lo haces, pero sin fingirlo;
porque fingir ser quien no eres, no te llevará a ningún lado, excepto que
cambiarás de ser alguien a ser nadie. Mal cambio.
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