Cuando ya
había caído la noche, el viejo marinero avivó el fuego de la chimenea, sentó a
su nieto sobre sus rodillas y le explicó con una sonrisa que nunca debería
conformarse con algo que fuese inferior
a sus sueños, y que en algún sitio y momento, algún día, y de alguna manera los
encontraría:
“De pronto un día sentirás que el
viento pasa por dentro de tu cuerpo antes de que llegue a la vela. Será en ese
instante, al percibir esa sensación, que comprenderás que ya no habrá nadie que
pueda indicarte el camino o el rumbo a seguir, y todo dependerá entonces de tu
propia inspiración”
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