viernes, 26 de mayo de 2017

RMG

Cuando te dan un abrazo no hay que dar las gracias. Hay que decir “más”. Si tienes un día bueno intentas hacer lo mismo al día siguiente: Seguir el mismo trayecto, repetir el tipo de café, no sé, como si uno pudiera encontrarse con determinadas cosas dos veces seguidas. Como si la vida te dijese: “mira, aquí me tienes, vuelve a intentarlo”.
 Ayer tuve un día raro que tuvo también su parte agradable. Entré a por un libro en una Abacus, de fondo sonaba, quizás a modo de compensación por el día del demonio que llevaba, esa vieja canción  “Siete vidas” que me gusta tanto. Por un instante, volví a los 20 años, época en la que escuchaba a Antonio Vega, o a Antonio Flores. Me vi a mí dentro de un coche, las ventanillas bajadas, cantando a grito pelado aquello de “seis vidas ya he quemado y esta última la quiero vivir a tu lado”. Y era cursi, la canción y yo, lo admito, pero Antonio Flores me llevó de vuelta a esa calita en La Costa Brava y a practicar sexo entre las barcas por la noche en la playa. A las cosas que acabamos entendiendo cuando ya no podemos responder el mensaje, que son esas mismas cosas que entendemos en los días Raros, Maravillosos y Geniales. Como algunas selectas personas.

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