viernes, 9 de noviembre de 2018

Amanecer

Entonces me desperté, en ese instante del día en el que el sol se va vistiendo de tonos rojos y el cielo con sus nubes se mueven como a cámara lenta. Recuerdo ese instante como quien observa una antigua filmación casera, te ves pero no te reconoces, y así durante unos segundos yo no supe quién era… Estaba muy lejos de casa, tratando de aislarme de todo aquello que me habría llevado a estar allí, un hostal de costa muy modesto del que jamás había oído hablar, oyendo el silbido del viento que me llegaba de fuera, el crujido de la vieja madera del edificio y las voces del pasillo. Miré hacia el alto techo de vigas agrietadas y por un breve espacio de tiempo me sentí alguien extraño... No sentí miedo. Sencillamente era otro, un desconocido, y mi vida entera era una vida en blanco, la vida de alguien sin su texto aún escrito… Estaba camino de encontrar mi Gran Ola, entre el Norte de mi madurez y el Sur de mi futuro, y tal vez por eso me sucedió precisamente allí, en aquel lento atardecer rojo...

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