viernes, 14 de agosto de 2020

Sueños

Solo nosotros ignoramos el sentido de nuestros sueños. Imagino que de igual manera ignoramos el origen y el destino y hasta la razón o la causa de nuestras Impresiones. Los  nombres que elegimos caprichosamente para los caballos, los perros, las casas y el resto de nuestras cosas cumplen con rigor su destino y su función, luego la vida nos recuerda cuánto hay de arbitrario en cada una de nuestras decisiones, qué margen le corresponde a la libertad y qué margen a cada condena, qué poco lugar nos queda entre lo que ya ha aprendido a vivir y a morir sin nosotros. Al hacerlo, como no podría ser de otro modo, nos enfrenta con lo extraño que resulta nombrar con tanto esmero aquello que se acabará perdiendo. La buena escritura no sana ni devuelve la vida, pero ayuda a comprender. La ficción no espanta a la realidad ni la transforma, pero la acompaña y la completa. Todos los versos que merecen tal nombre nos exigen una capacidad que sin ellos podríamos dar por perdida o, peor aún, por desconocida. Recordar entre el afecto sin negar el dolor es una buena herramienta para seguir viviendo, y yo la he encontrado o reencontrado entre estos meses de libertad confinada. Hace meses que no recuerdo ni uno de mis sueños, tal vez siguen de cuarentena.

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