Aunque era ya tarde, el olor a mar al bajarse de la estación de tren le hizo acercarse a la playa. Le habían contado una especie de teoría sobre las olas: Que las seis primeras son de lo más previsibles, con una equilibrada continuidad. Seis viajes con un mismo destino y que la séptima es la imprevisible. Le dijeron que esa ola puede pasar totalmente inadvertida, que puede participar en el rutinario proceso de las otras olas y en una camaleónica manifestación adaptarse a sus predecesoras. Solo que a veces estalla. Y siempre es ella, siempre es la séptima. Porque es alocada, inocente, rebelde, no se ciñe a reglas y lo puede cambiar todo.
Por las noches la luna la observa y por el día lo hace el sol, pero no la juzgan. Eso sólo pueden hacerlo quienes fueron arrastrados por ella, aquellos que tuvieron el valor de enfrentarse o el coraje de dejarse cautivar.
Se quedó un buen rato contando las olas. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis y…
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
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Que difícil és deixar-se sorprendre, però que gratificant. Una setena onada és com un abisme que pot o no pot resultar, però només per aquest 50% de positivitat val la pena quedar-se a esperar la setena, la sorpresa.
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