Declinemos: El término “alegría” nos viene del latín, por supuesto, en concreto de “alicer-alecris”, esto que suena a cantante chipriota de Eurovisión, en realidad significa vivo y animado. Ahí es nada, y la alegría es una de las emociones básicas, junto con el miedo, la ira, el asco, la tristeza…
Resulta que si dejamos abiertos de par en par los sentidos y nuestro cuerpo y nuestro espíritu, estos se conjugan en una perfecta sintonía, se dejan invadir por la Naturaleza y por la vida que late en los demás seres y como por efecto dominó, nos sentiremos inundados de la paz, la fuerza, el orden y la belleza de esa maravillosa sinfonía de la creación. Estaremos alegres. ¿Fácil? Pues no, para nada.
Pero se puede aprender a ser alegre, de hecho, ese aprendizaje debería ser materia primordial en el hogar y en la escuela. Educamos más por lo que somos que por lo que hacemos o decimos..., ser adultos alegres, cambiar nuestras actitudes deprimentes, negativas y derrotistas por otras entusiastas, positivas y esperanzadoras, en cierta manera volver a ser como los críos, sería un paso. Nadie ha dicho que sea sencillo pero… probarlo y lograrlo debe ser la hostia. Y puestos a probar que sea algo alegre.
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
miércoles, 2 de mayo de 2012
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