¿Por qué escribimos guiones? Fácil. Por inercia, porque la
vida en si es un guión. De lo más raro, eso si. Y escribir guiones es hacer
castillos en el aire, pero en un aire sólido, denso, capaz de sustentar el peso
de la historia.
El arrogante papel en blanco nos desafía y no nos da
tregua: ¿Cómo es que esos parecen conocerse en la secuencia 5 y en la 10 ni se
miran? ¿Por qué han matado tan pronto al novio de la chica? ¿Cómo sabemos que
los sentimientos de la madre son auténticos? … Ideas e ideas que se tienen que
juntar y dar sentido a algo.
¿Cómo se pueden tener ideas? Chungo. Las ideas no se
tienen, ellas nos tienen a nosotros, nos enganchan y nos obligan a llevarlas a
cabo, a estrujarlas, a removerlas y no nos queda otra que estar abiertos a
ellas y a dejarnos hacer. Debemos aprender a estar atentos a las historias que
se cruzan ante nosotros, a atraparlas al vuelo y convertirlas en guión de la
manera más adictiva posible. Y es que en definitiva podemos escribir un guión
sobre cualquier cosa (Un programa de radio, una presentación corporativa, un
corto para un festival de cine, una excusa en el instituto) si, sobre cualquier
cosa, pero un guión jamás puede ser cualquier cosa. Hasta ahí podríamos llegar.
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