viernes, 8 de noviembre de 2019

Principios

Escribir por vocación es como tocar música de oído. Gran parte del asunto para mi es la decisión de la estructura. Es como la nave de un barco en el que vas a navegar. Diseñar el casco y los 3 palos de ese barco. En el caso de una historia suelo tener la estructura muy clara. Me gusta que sean dos voces que funcionen como un narrador enfrentado, que cuenten básicamente lo mismo, pero con voz distinta y esa estructura creo que me acerca a la idea inicial desde el principio. Algunos relatos precisan una estructura en espiral, todo el tiempo es un bucle que va de un lugar a otro. Me gusta la idea de contar algo desde la memoria, pero que no implique que sean mis memorias. El lector es quien hace de memoria al narrador. El narrador no tiene memoria, el lector va acumulando más información conforme va pasando hojas. El narrador comienza a preguntarse ¿Qué hice ayer? ¿Qué pasó? Y finalmente es el lector el que tiene más memoria. Digamos que el peso de la propia narración la va llevando el propio lector. Son estructuras en las que pienso mucho y me planteo cual es el formato adecuado para que una historia tenga decorado propio.

Sin pretender pecar de presunción desmedida, todo lo que he escrito, en el formato que sea, no me impide que duerma tranquilo. De alguna manera, creo que nadie se queda completamente contento con lo que ha escrito. Se corrigen cosas o se piensan en otros desenlaces. Me gusta creer que lo que he escrito, se parece mucho a lo que he intentado transmitir en cada latido y si me salió una mierda, ¡Joder! Es mi mierda y así ha salido. No pretendo salvar al mundo, me vale con no fallarme a mi y con ello no fallarle a nadie que me crea y sin prejuicios. Cuestión de estructura, cuestión de principios.

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