viernes, 2 de octubre de 2009

¿Sientes la sensibilidad?

En el lenguaje cotidiano la palabra "sensibilidad" designa la capacidad para captar valores estéticos y morales, en la filosófica esta expresión designa la facultad para tener sensaciones; aunque no es muy exacto, podemos identificarla con la percepción. La Sensibilidad se divide en Sensibilidad interna y Sensibilidad externa; la Sensibilidad interna es la percepción interna, es decir la capacidad para tener un conocimiento inmediato, directo, de la propia vida psíquica, como cuando sabemos que estamos tristes o que estamos recordando o pensando; la Sensibilidad externa es la percepción externa, es decir la capacidad para tener un conocimiento inmediato de los objetos físicos, como cuando vemos una mesa o escuchamos una canción. El espacio y el tiempo son formas a priori de la sensibilidad externa, y el tiempo, a solas, es la forma a priori de la Sensibilidad interna. A veces nos negamos a sublimar los sentimientos y a hablar de la condición humana, el amor, la locura, el poder, el erotismo y la dualidad: "Nadie es bueno ni malo, todos somos ángeles y demonios". Vivimos tanto hacia fuera que no somos conscientes de lo que poseemos dentro. De tanto actuar, ejecutar, cumplir, redimir, parecer y ejercer, nos olvidamos ser. Miramos sin mirarnos, decimos sin decirnos, soñamos sin soñarnos. Cada día dedicamos más tiempo y energía a quienes nos rodean y menos a nosotros mismos. Olvidamos que mientras la decisión y la acción nos hacen, la sensibilidad y el sentimiento nos moldean. El insensible reloj del estrés nos escondió el tiempo del cálido estar, el de los sublimes momentos de hundir nuestros dedos hambrientos de vida en la arcilla ligera, húmeda y resbaladiza del alma. Nos descompensamos y así vamos, caminando cojos del amor más importante: el propio. Olvidamos acariciarnos. Y si lo hacemos nos escondemos no fuese que alguien nos sorprendiese queriéndonos… El drama del sinsentido es renunciar a cada uno de nuestros cinco sentidos. Ese deambular entre refinados matices de colores y no verlos, ese rodearse de exquisitas vibraciones de vida y no oírlas, ese envolverse de aromas que tensan nuestras emociones y no olerlas, ese negar a cascadas de sabores su breve y genial estallido de gusto, ese mutilar el glorioso tacto de la piel consentida y convertirlo en hiel amortecida. Fuimos concebidos como fuentes inagotables de sensibilidad, que es el orgasmo sublime del intelecto. Qué limpia me llega la voz de La Mari (de Chambao) mezclada con la de Pau Danés, esa voz cargada de vida y fuerza cuando dentro de mi coche suena "Déjame vivir, libre, pero a mi manera…” liberándome del perdón de los que nunca sintieron".

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