lunes, 8 de noviembre de 2010

Siempre queda algo

Lo supiste entender que es la primavera la que congela al invierno, que es ese hablar quedo cuando no hay calma, ese roce de sus manos, ese resplandor de su boca haciendo sonreír al mundo lo que estremece las ruinas. Es su belleza lo que a todo atenúa. La destrucción de las arboledas en un gesto, la infinidad del tiempo sucedido en los espacios es lo que abarca la palabra cansada e impenetrable...

Es esta memoria la que condena la existencia; el tiempo recobrado del llanto, de la caricia apagada, de la luz y el viento en una cinta de imposibles, donde cada paréntesis es una búsqueda futura, una asimilación para no olvidar, ni olvidarnos. Una música simultánea donde vivimos y rememoramos la fragilidad de nuestra libertad que nos canturrea en voz baja:

"Te quiero, te quise". Y todo suena a todavía. Un beso de ayer pudo ser hoy. Un momento pasado de hoy y que pudo no haber sido nunca.

Y entendiste que queda el espejo contrapuesto contra otro espejo; queda su voz resonando en los fragmentos, valiéndose de tu aire. Queda el inexorable recuerdo y tus pies descalzos recorriendo la nieve en polvo, blanca, limpia…
Queda tu abrazo desmedido y su mirada como la flor inmortal que nace. Y es que siempre queda algo por quedar.

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