Dicen que las alegrías, cuando
se comparten, se agrandan. Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se
achican. No sé, igual lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es
el corazón. Y un corazón dilatado está mejor capacitado para gozar de las alegrías
y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro. El cuerpo
humano es una máquina compleja, en él cada órgano funciona con un sofisticado
mecanismo. Para que todo esté coordinado existe un reglamento, unas normas y
para ese sofisticado reloj que es nuestro corazón son tres, estas:
Primera, no toques las agujas de tu corazón. Segunda,
domina tu cólera. Tercera y más importante, no te enamores nunca.
Si no cumples estas normas, la gran aguja del reloj de tu corazón traspasará tu piel, tus huesos se fracturarán y ese sofisticado mecanismo que rige el “tic-tac” de tu corazón se estropeará de nuevo, en resumidas cuentas, te irás al carajo… Y es que algunas normas son sagradas. (Pero eso, solo algunas).
Si no cumples estas normas, la gran aguja del reloj de tu corazón traspasará tu piel, tus huesos se fracturarán y ese sofisticado mecanismo que rige el “tic-tac” de tu corazón se estropeará de nuevo, en resumidas cuentas, te irás al carajo… Y es que algunas normas son sagradas. (Pero eso, solo algunas).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Traspasa tú también el muro y dime...