Recuerdas cuando los errores se arreglaban diciendo simplemente: “Empezamos otra vez”. Cuando para salvar a todos los amigos, bastaba con un grito de: Un, Dos, Tres… Por mí y por todos. O cuando eso de “tonto el último”, era la pócima mágica que nos hacía correr como locos… Cuando un plato de postre era el volante del mejor Fórmula 1 del mundo.
Ahora te inclinas ante el recuerdo, ante el recuerdo de cada ser humano. Y no ocultas la aversión que sientes ante todos los que se toman la libertad de intervenir quirúrgicamente en los recuerdos, hasta que se parecen a los recuerdos de los demás. Y te das cuenta que el dar es una medida del recuerdo, aunque a veces sea mejor no acordarse de lo que diste, sobre todo si, al parecer, no diste nada o eso recuerdan…
La comunicación que se establece entre lo que uno dice y lo que los demás entienden queda en ocasiones frenada por el impacto de la interpretación que cada uno hace de las palabras, de las ideas, de los textos... Si traspasamos la cuarta pared el diálogo será más fluído. Que todo fluya pues...
miércoles, 11 de abril de 2012
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